Cuyas calles sus bases las echaron
Otras gentes y otros síntomas
De causas más antiguas,
De raíces ancestrales
Que heredamos al hacernos
Gente misma en la caldera de la vida.
Somos laberintos de ciudad,
Chabolas de colores vivos,
Sonidos de rincón,
Alboroto de multitud
Que irrumpe en ecos galopantes
Por las piedras de las vías
Hasta hacer estremecer la tierra misma
De mi débil desear.
Y así que, buscándome en los pasillos
Tallados al aire libre,
A menudo me pierdo de mí,
Aunque, por supuesto, en mí esté.
Todavía hay esquinas
Que yo no supe girar;
Aún quedan ventanas
Que no logré encontrar.
Y luego caminando,
Intentando oír la mar
Por debajo de las nubes
De mí propio azul cantar,
Voy buscándome las rimas
Y mi ritmo al declamar.
Y aunque encuéntrelos tan frágiles,
Sencillitos y arcaicos,
Todavía cantaré su marcha de infancia;
Quizás haciéndome como en niño
Encuentre mi camino;
Y escuchando como antaño
La canción de mi ruido,
Puede ser que haga mi rumbo
Y hasta llámelo “destino”.